sábado, 14 de enero de 2017

Federico Trillo: Del Renacimiento a la Remuerte


Se considera, y por sobrados motivos, a Leonardo Da Vinci como el “Hombre del Renacimiento” por antonomasia. Pintor, escultor, ingeniero, inventor, matemático, filósofo y dominador de todas las ramas científicas que fueron y después han sido. No se conciben conceptos normalizados hoy día sin su influencia fundamental y sus diseños visionarios adelantados varios siglos en el tiempo.

Si existieran parámetros mensurables, no me cabe la más mínima duda que Federico Trillo sería el Leonardo da Vinci de las cloacas judiciales. Pintor, con pigmentos innobles, de retratos monstruosos o sospechosamente favorecedores de amigos/enemigos según conviniera a sus intereses; escultor, con abundante materia fecal, de grandiosos monumentos a la indecencia, la injusticia y la indignidad; ingeniero y muñidor de estrategias judiciales sucias, bastardas y rastreras con el único fin de trocar acusador en acusado y llenar de oropel o envenenar el tejido de las togas que se le acercaban; preciso calculador de costes y beneficios e ideólogo de la infamia trasladada al recurso inconstitucional. Una máquina sin alma al servicio ciego de La Obra y su tablero de juegos.

62 muertes golpearían su conciencia, si la tuviera, cada noche. Gran experto en Shakespeare, el espectro de su particular Banquo se le aparecería en cada banquete para echarle en cara su traición a quienes debía dirigir con nobleza y dignidad. Los números no cuadraban, la grosera diferencia entre lo pagado y lo contratado debería llevar sus huesos a una celda y, por eso, no aparecerán pruebas, facturas, justificantes o documento alguno que lo pueda relacionar. El Partido Popular le debe mucho, demasiado, Trillo nunca será "ese exministro del que usted me habla".

Dando la razón a quien afirma que está hecho de carne humana, los nervios lo traicionaron horas después del nada descabellado accidente; había que echar tierra (literal y figuradamente) sobre él y las repatriaciones, de los restos de los militares que volaron en esa mortaja metálica, debían hacerse de inmediato, daba igual el contenido de los féretros, las banderas ocultarían la trampa, arroparían al tramposo y, una vez enterrados, el aire limpio disiparía el hedor.

Las brujas profetizaron que Federico no sería jamás herido por ser vivo alguno y, él, abusó vehemente, soberbio y altanero de la seguridad de sentirse impune. La profecía no falló, 62 cadáveres le rodean pidiendo explicaciones y exigiendo una satisfacción. Igual que Macbeth fue muerto por alguien no nacido de mujer, Trillo se desangrará por la acción de quienes debió proteger, mandó morir de modo estéril e indigno y luego abandonó a su suerte en la nebulosa ladera de un monte turco.



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