viernes, 23 de diciembre de 2016

Lotería


Cuando su dedo, suave, cálido y sugerente, dibujó una sonrisa en la piel desnuda de mi espalda, comprendí que había ganado el primer premio.

Cada vez que, sin quererlo, sin evitarlo, me sonreía con los ojos como sólo esos ojos pueden sonreír, me sentí un ser privilegiado.

Ese momento en el que abrazas y eres abrazado con delicada fiereza, hasta sentir dos corazones latiendo en sintonía, recompensa toda una vida.

Sentarse a charlar, o callar, o soñar; confesarte reo de complicidades privadas, íntimas como un temor ancestral, reales como tú y como yo.


Ese instante eterno me eleva a favorito de la diosa fortuna y me transporta a ese mundo ignoto…  el de los seres felices.

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