miércoles, 19 de octubre de 2016

Pensiones, un problema no tan complicado de resolver


Cada pocos meses, coincidiendo con la publicación del saldo que resta en el Fondo de Reserva, cobra protagonismo mediático el asunto de las pensiones, maltratadas e ignoradas, igual que sus perceptores, durante los meses de opacidad periodística: Sólo es noticia una cantidad menguante a gran velocidad y la cuenta atrás para su agotamiento. De lo insostenible del modelo y las fórmulas para actualizarlo con éxito, ni palabra.

Desde su creación en 1909 hasta su evolución al germen desarrollado del sistema que tenemos ahora, allá por la década de los 60, la geometría demográfica era muy favorable. Se consolidó un modelo piramidal y de reparto que contaba con una media de 20 cotizantes por cada pensionista y garantizaba una salud a prueba de crisis del sistema por muy mal que se pusieran las cosas.  El “baby boom” de los 60 no hizo sino mejorar las previsiones y, la crisis del petróleo de los 70, causó un frenazo en seco de las tasas de natalidad que se vio refrendado durante las décadas de los 80 y 90.

Con un conocimiento básico del sistema y una calculadora, cualquier persona con un mínimo de interés habría fijado la fecha de caducidad del mismo con un tolerable margen de error pero, si alguien se molestó en realizarlo, no lo hizo público.  Ya con las iniciales luces de alarma encendidas, se optó por favorecer la inmigración para suplir con mano de obra de procedencia externa el menguante número interno de cotizantes, hasta que la Crisis de las Subprime, magnificada en España por la burbuja inmobiliaria y agravada por el despilfarro y expolio de los recursos públicos a manos de dirigentes sin escrúpulos, terminó con la prórroga de la validez del sistema.

Una caída brutal del empleo y, a su vez, de las condiciones laborales y salarios, desplomó la cifra de cotizaciones que se vieron gravadas, además, por la alta cuantía de las últimas pensiones calculadas y el desastre de las jubilaciones anticipadas en grandes empresas con pingües beneficios.  Afortunadamente, los años de bonanza propiciaron la creación y engorde de un Fondo de Reserva de Pensiones que ha servido para parchear los agujeros que iban apareciendo hasta que, como todo, está cerca de su fin.

¿Qué hacer?

Las medidas adoptadas, hasta la fecha, sólo han mostrado una sangrante falta de respeto hacia quienes han cotizado sin rechistar a la Seguridad Social, durante toda su vida laboral, con los porcentajes que les han pedido:  Han aumentado la edad de jubilación y han trucado la fórmula de cálculo para que las cantidades sean notablemente inferiores.  Además, la creciente (y nefasta) influencia de las entidades financieras en los poderes del Estado, han llevado a que el Gobierno promueva descaradamente la suscripción de Planes Privados de Pensiones que, hasta la fecha, sólo han demostrado su eficiencia en una faceta, son una máquina perfecta de perder dinero; hasta tal punto, que cuando se hagan públicas las millonadas “volatilizadas”, el escándalo de las Preferentes quedará en una inocente travesura infantil.

Mucho se habla de cómo cambiar (entiendo que a mejor) el sistema: Aumentar las cotizaciones artificialmente, sacar algunas prestaciones no contributivas del sistema, reforzar con impuestos especiales u optar por un sistema mixto público/privado que aporte lo que le falte (modelo sueco).

Desde aquí les propongo que estudien (pongan en marcha cuanto antes), un sistema similar al francés de sobrada sostenibilidad y que beneficia a todos (casi): Una tasa que grave con un porcentaje razonablemente pequeño las operaciones financieras pero que, sumadas todas y añadidas a las cotizaciones, supondría un montante suficiente para abonar todo lo necesario, recuperar el poder adquisitivo perdido y sobrar dinero para contribuir a financiar otras facetas del depauperado Estado del Bienestar como, por ejemplo, la Dependencia.


Ya sé que a los bancos no les va a hacer gracia pero a los contribuyentes tampoco nos hizo reír la aportación, por diferentes conceptos de 300.000 millones al mundo financiero (que fundieron el superávit del estado), desde 2008 hasta hoy.

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