jueves, 29 de septiembre de 2016

¡Qué raro es todo!


Un partido político, podrido de corrupción, se presenta a unas elecciones… ¡y las gana! Pero se niega a someterse a la investidura.

El otro gran partido, el que, no sólo no gana las elecciones sino que consigue los peores resultados de su historia, intenta formar gobierno.

El enroque de unos y otros hace que la aritmética parlamentaria no cuadre y se convocan las elecciones por segunda vez.

Como han seguido surgiendo casos de corrupción, cada vez más graves, el partido corrupto vuelve a ganar mejorando sus resultados electorales en esta segunda convocatoria.

El otro gran partido, su rival histórico, que ha obtenido todavía menos escaños que antes; se niega a facilitar que los corruptos sigan ocupando el poder y, coherentemente, ni vota a su favor ni se abstiene, vota lo anunciado: NO.

El partido que ha quedado cuarto en las elecciones, al igual que en la convocatoria anterior; se ofrece para apoyar con sus escaños al que intenta formar gobierno, igual que en la convocatoria anterior.  En ambos casos con el mismo éxito.

El partido que quedó tercero de deja querer por el que quedó segundo aunque es vetado con estrépito por el que quedó cuarto.  Vuelven a no salir las cuentas salvo por la consumación de alianzas imposibles.

El partido ganador, consciente de no contar con apoyos suficientes y buscando un chantaje, ha retorcido el calendario electoral para hacer coincidir unas hipotéticas terceras elecciones con el día de Navidad. La jugada se le vuelve en contra y ha de rebobinar.

Ante la más que probable convocatoria de unas terceras elecciones, los poderes fácticos del segundo partido más fuerte se posicionan en contra de su dirección, promoviendo que se facilite la formación de gobierno por el partido corrupto.

El partido corrupto, viendo la jugada, invierte algo de dinero negro en comprar palomitas para sentarse en el sofá a contemplar cómo los demás se sacan los ojos sin salpicarles a ellos.

El líder del segundo partido, para desbloquear su situación interna, propone apelar a la democracia interna y que sean los militantes quienes decidan.

Los “barones” del segundo partido (paradójicamente liderados por una “baronesa”) ven peligrar su estatus y dan un golpe de estado a “estatutos armados”.  Dejan el partido vacío de poder, conscientes de, en caso de elecciones, haber regalado la mayoría de su electorado a otras formaciones.

Y esto todavía no ha terminado. Los guionistas de las más reputadas series nos observan con fascinación tomando apuntes de cómo se realizan eficazmente unos espeluznantes giros de guión.

Y nosotros viendo por enésima vez cómo los cocodrilos devoran implacables a los ñus del Serengueti, que siempre es lo mismo, con lo divertidos que están los informativos.





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