lunes, 18 de julio de 2016

80 años. Es tarde para hacer prisioneros


Hace 80 años se consumó la infamia: Las fuerzas reaccionarias, viendo que por la vía democrática habían perdido su secular poder, influencia, capacidad de mangoneo y libre disposición sobre vidas y haciendas ajenas, prendieron la mecha de un golpe de estado que derivó en una guerra entre hermanos.

Una guerra cruel, como todas las guerras, donde murieron miles de contendientes de ambos bandos y se encarcelaron, torturaron y asesinaron cientos de miles de ciudadanos por el único delito de defenderse de un ataque intolerable.

Una guerra tramposa, muy tramposa, donde nuestra tierra y nuestra gente hizo el papel de cobayas para afinar el desarrollo de armamento y estrategias del ejército, aviación, marina y servicios secretos del desalmado Adolf Hitler.

Una guerra, no tanto de vencedores y vencidos sino de agresores y agredidos.  De seres cobardes, cegados por la maldad en estado puro, que se ensañaron con los débiles y los desheredados sin mostrar un mínimo atisbo de humanidad.

Una guerra oscura que transformó un país que mostraba grandes dosis de dinamismo, amparado en la Constitución más moderna de su época, en un lodazal de crucifijos y camisas azules que sustanció su añoranza de la edad media en una regresión sangrienta y altanera.

Una guerra eterna trasmutada en régimen represor durante 36 años en los que, salirse de los dictados del amo del establo, significaba un automático ingreso en cárceles infectas, palizas interminables e ingreso en listas negras que hacían insoportable una vida dura de por sí, sembrada de hambre y privaciones.

Una guerra sucia que alfombró cunetas, descampados y zanjas de cadáveres.  Que escondió las pruebas que ayudarían a localizar esos lugares para intentar, después de arrebatarles la vida, borrarlos de la memoria de familiares que sufrían angustiados su ausencia.

Una guerra de brutal continuación en una posguerra mísera, tolerada por las potencias mundiales que, en virtud de la envidiable posición geoestratégica de nuestro país, reían las gracias del dictador y miraban hacia otro lado ignorando sus desmanes.

Una guerra heredada que malogró cuatro generaciones de españoles, retrasó 40 años nuestra evolución social, abrió heridas cerradas en falso donde sólo un bando puso de su parte para la necesaria reconciliación y donde, siguiendo con sus usos y costumbres, el otro bando sigue robando nuestros recursos en su propio beneficio, como ha hecho ininterrumpidamente desde entonces.

Ahora: Recuperemos los derechos masacrados y la República como régimen democrático que nos dimos, prohibamos y castiguemos la impúdica exhibición de símbolos de la dictadura, hagamos justicia a los miles de represaliados, asesinados y hechos desaparecer, devolvamos a sus familias los restos que puedan recuperarse y honremos a todos como lo que son, HEROES que dieron su vida en defensa del régimen democrático que regía en España y, también, eliminemos todo vestigio público de memoria a verdugos y asesinos; una vez hecho esto, vivamos en paz, resolvamos los problemas que ahora nos acucian y abortemos cualquier tentación nostálgica que pueda romper el marco de convivencia que alcancemos.  No es tan difícil, solo hay que querer hacerlo.




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