sábado, 2 de enero de 2016

Resaca de lo conocido


Es muy común, abres los ojos en medio de una nebulosa de vapores etílicos y notas que algo ha pasado, no sabes con seguridad qué, solo que nada es igual que ayer.  ¿Nada?

Ya se ha convertido en una dolorosa costumbre que el ministro Luis de Guindos salude a los españoles, cada 1 de enero, desde los micrófonos de la SER.  De Guindos es el típico cuñado amagado, que no puede probar el alcohol por el tratamiento para la sífilis, que responde a cada sonrisa con una mirada recriminatoria y que acostumbra a ponerle peros a todo lo que suceda.  Ayer nos contó, básicamente, que la economía va como un tiro, pero en la sien; que las elecciones son una demostración de madurez democrática pero que no hay que repetirlas; que los ciudadanos ha votado a las opciones que han considerado oportunas pero si no gobierna Rajoy nos iremos a la mierda y que el tiempo de los recortes ha pasado pero los Reyes Magos le van a traer unas tijeras nuevecitas y afiladas.

En tu resacosa ensoñación te ves desde fuera de la cama chapoteando en un lodazal inmundo de champán, güisqui, chupitos de tequila, chocolate, churros y Almax del que no puedes salir y, como las arenas movedizas de las películas antiguas, cuanto más lo intentas más te hundes.  Luego, en un breve flash de cordura, recuerdas que no eres tú el de la imagen, son los cientos de miles de refugiados que caminan con el barro hasta las rodillas, con nieve, lluvia y viento, a temperaturas gélidas, abrazando muy fuerte a sus hijos pequeños para transmitirles el poco calor humano que les queda, hacinados en modernos guethos de lona en varios descampados de Centroeuropa.  Los ojos duelen solo con mirar fugazmente la televisión pero es un mal menor; si no hubiera guerras en Oriente Medio las tendríamos otra vez en la vieja Europa porque los fabricantes de armas tienen que hacer caja para renovar stock.  Eso sí que es sagrado y no la Navidad.

Una señal de alarma se desata en tus sentidos y, tambaleante, vas haciendo inventario en forma de encontronazo, de todos los muebles, puertas y paredes que separan tus arrugadas sábanas de la taza del water, donde tratas de aproximarte con dudosa precisión para vomitar una amalgama de cena a medio digerir, combinados de diferente pelaje, un puñado de confetti y ¿un matasuegras? Al ver esa mezcolanza entre lágrimas, tus escasas neuronas de guardia evocan las negociaciones para pactar gobierno o no.  Es una mezcla de colores que no existen en la naturaleza y que, combines como combines, siempre da como resultado un tono pardusco y vulgar, maloliente y corrosivo.  Te preguntas cómo hiciste para no darte cuenta que introducías tu voto en una urna rellena de ácido de batería que, sin dificultad y sin tregua, ha ido disolviendo cada papeleta y cada ilusión formando un líquido que hay que manipular con guantes de seguridad.  Todos hablan de pactos pero nadie quiere pactar, todos hablan de buscar lo que les une desde el blindaje de sus parapetos y todos marcan líneas rojas que no hacen sino colorear nuestra vergüenza.

Vuelves a la cama a gatas y, según trepas hasta el colchón, dudas en qué año hemos entrado, unos por unas cosas y otros por otras, se distinguen en lo accesorio pero son iguales en el fondo.  Son nada más que una excusa para seguir viviendo… y nada menos.


¡Feliz Año Nuevo!

2 comentarios:

azul dijo...

Acertado análisis por cierto a pesar de la niebla. FELIZ 2016
A lo mejor se colorea con gracia y todo

Aixinetas dijo...

Para transitar por el nuevo, pero envejecido antes de tiempo, 2016, nos harán falta muchos recursos alcohólicos y madrugadas resacosas. Estamos en lo peor y seguimos empeorando.

Molts d'anys !!