martes, 23 de septiembre de 2014

Otoño: Un tobogán plagado de trampas


Hay seis millones de personas que tenían puestas todas sus esperanzas en esa recuperación milagrosa y fulgurante que, con gran estruendo de fanfarrias y timbales, nos vendió el Gobierno con el ministro Montoro como maestro de ceremonias.  Lo cierto es que, contrastando las coloristas luces de neón que amplificaron todos los informativos, con la cruda realidad que se respira en las calles, las empresas y, sobre todo, las familias abandonadas a su suerte, comprobamos que, lejos de mejorar, España sigue de capa caída.

Las cifras macroeconómicas, hasta el segundo trimestre, apuntaban una leve mejoría alimentadas con las cifras del comercio exterior y, durante el verano, reforzadas con el suplemento vitamínico de un turismo al alza que ha tirado débilmente del Empleo en ese efecto estacional que se repite año tras año.  Ahora, ya otoño, comprobaremos que Europa lleva unos meses entrenando para darnos una bofetada a mano abierta en toda la cara, de esas que te dejan entumecida la mejilla durante varias semanas.

Las locomotoras europeas, casos de Alemania y Francia, funcionan al ralentí; Italia ha metido la marcha atrás y todo apunta a que las sanciones a Rusia, como castigo a su actuación en Ucrania, se volverán en contra en forma de un drástico recorte de suministro en combustibles fósiles y un frenazo a la importación de productos europeos de todo tipo.  Rusia se ha volcado hacia China y las sanciones de la U.E. van a ser tan eficaces como castigar sin postre al hijo de un vecino molesto.  En ese escenario, plantear una recuperación basada en las exportaciones, con el consumo interno comatoso, sin crédito a PYMES y familias y a un centímetro de la temida deflacción, parece más un canto desafinado al sol que algo mínimamente tangible.

En cuanto al Empleo, la estrategia del Gobierno (suponiendo que tuviera alguna) hace agua por los cuatro costados.  Alrededor de medio millón de jóvenes magníficamente preparados, se han visto obligados a emigrar; la investigación está criando telarañas llegando, incluso, a pagar de su bolsillo materiales imprescindibles sin que la administración aporte un céntimo para recuperar proyectos valiosos que en un periodo breve se verán obligados a cerrar.  No importa, tenemos el dudoso honor de haber reducido el personal sanitario, docente e investigador en 50.000 efectivos pero, como contrapartida, tenemos 100.000 camareros más.  Los parados de larga duración ven como terminan sus prestaciones y, sin dinero ni expectativas, se incorporan al epígrafe “Carne de Desahucio” desesperados por dar, literalmente, de comer a sus familias.  El efecto estacional termina y, como consecuencia, volveremos a estar como hace un año: Mal con tendencia a empeorar.

Podemos extraer algunas conclusiones de esta situación sostenida durante los últimos seis años:  No hemos aprendido nada.  La necesidad imperiosa de un nuevo Modelo Productivo solo se ha traducido en una sonrojante Reforma Laboral que, al dictado de la CEOE, ha aprovechado la coyuntura para laminar sin contemplaciones los derechos laborales con la única consecuencia de una brutal precarización de los escasos puestos de trabajo que se ofertan y que se traducen en un doloroso corolario: Tener trabajo no servirá para salir de la pobreza.

¿Qué hace el Gobierno?  Mentir y obedecer.  Mentir a los ciudadanos destinando cientos de miles de millones a rescatar una banca delictiva y desalmada, desguazar los servicios públicos y venderlos debidamente troceados al mejor postor, casualmente amiguetes, pregonando una insostenibilidad falsa ya que, sistemáticamente, sale más caro el collar que el perro y abandonando a quienes debían ser su prioridad principal:  Sus administrados.  Obedecer, humillando la cerviz, a los poderes financieros que ordenan cada decisión adoptada, propiciando una descapitalización del Estado cuyos valores más atractivos se encuentran ya en manos privadas.

A lo lejos ya resuena el soniquete machacón de las campañas electorales que, provistas de potentes focos, pretenden deslumbrar a los ingenuos que debemos introducir nuestra papeleta en las urnas.  Ya sabemos lo que hay que hacer pero, sobre todo, sabemos lo que NO hay que hacer: Quedarse en casa.

¡Que rule…!



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