martes, 12 de agosto de 2014

La inmigración que fue y la que será


Es curioso que, quienes más se beneficiaron de la afluencia de inmigrantes durante los años de las vacas gordas, fueran quienes pusieran el grito en el cielo contra una “invasión” de personas que venían atraídas por el efecto llamada de nuestro excelso nivel de vida y los servicios públicos universales de los que, decían, abusaban.  Todo falso.

Desde que un ciudadano español nace, hasta que alcanza la edad de incorporarse al sistema productivo, le cuesta al Estado una media de 60.000 euros.  Si multiplicamos esa cantidad por, aproximadamente, tres millones de personas jóvenes, sanas y con ganas de trabajar que llegaron de fuera de nuestras fronteras, España se ahorró alrededor de 180.000 millones de euros durante esos años de frenesí económico.  Además, estas personas dieron un importante empujón a las cotizaciones de la Seguridad Social y, al haber llegado con una mano delante y otra detrás, tuvieron que hacer un importante desembolso en gasto de consumo y vivienda para adecuarse al modus vivendi que encontraron a su alrededor.  A eso se le llama “hacer caja”.

Sin tener en cuenta el enriquecimiento en materia social y cultural que aportaron y únicamente atendiendo a su incidencia económica, podemos afirmar sin ningún género de dudas que la Inmigración, en los primeros años del S XXI, fue una bendición para nuestro país.

La terrible influencia de la crisis mundial desatada en 2008 y la desastrosa gestión de la misma en nuestro país los últimos seis años, se han llevado por delante los modos de supervivencia vital y las ilusiones de millones de conciudadanos que perdieron su trabajo y, en el caso de las personas que llegaron de fuera, una gran cantidad ha regresado a sus países de origen o se ha ido a buscar la vida honradamente en otro lugar.  Resumiendo:  Llegaron, produjeron riqueza (de la que participaron) y, en los momentos de escasez, se están yendo.

Conclusión:  La demagogia contra los inmigrantes, el inexistente o poco significativo abuso de nuestros servicios públicos y la cacareada y falsa delincuencia que les acompañó, no son sino los mensajes apocalípticos que profirieron quienes más se beneficiaron de su venida.

El asunto ahora es otro:  Aunque la situación en Europa no es buena y en España todavía peor, es un paraíso comparado con la vida, por llamarle de algún modo, que le espera a quien tuvo la desgracia de nacer en el África Subsahariana.  Miseria endémica, hambrunas, crueles conflictos armados perpetuados por regiones, mortales epidemias incontroladas y una situación de neocolonialismo económico que esquilma sus recursos naturales sin que la población autóctona vea un solo céntimo, preparan una oleada migratoria sin precedentes, esta vez si, por motivos puramente humanitarios.

La llamada Civilización Occidental, tiene mucha responsabilidad en lo que allí sucede y, pudiendo poner los medios para corregirlo, no hace nada a nivel económico e institucional.  Solo el titánico, nunca bien ponderado, trabajo de múltiples ONGs trata de paliar mínimamente el drama humano que se sufre en esa región del planeta.

La pregunta es:  ¿Se va a hacer algo en serio por cambiar el rumbo de esta dantesca situación?  ¿Estamos preparados para asumir las consecuencias de seguir como hasta ahora?  Lo demás es palabrería vacía, hipócritas voces de alarma y condescendencia sonrojante que solo pretende mantener el estatus mientras se va llenando la caja registradora.




1 comentario:

NanaGarcía/@Nanaringain dijo...

Buena entrada. Cuando las cosas se ponen feas, el primer recurso es siempre el mismo: 'Los inmigrantes a la hoguera'.