sábado, 22 de marzo de 2014

¿Han privatizado la Dignidad?


La periodista se acercó, micro en ristre, a una mujer que marchaba a paso vivo por el arcén de una carretera -¿Por qué estas marchas?-  Preguntó jadeante.  -Por la dignidad del pueblo, porque todo el mundo debe tener pan, techo y trabajo...-  Respondió mientras redoblaba el paso para no perder el ritmo del grupo.  En pocas palabras definió con precisión quirúrgica la motivación de millones de ciudadanos para gritar alto y claro a un gobierno autista y déspota para con sus administrados pero sumiso y complaciente con los poderes económicos internacionales que dictan sentencias de pobreza, miseria y desprecio contra los que solo somos piezas sin valor de la máquina de amasar dinero y poder.

Porque, atendiendo a las tres premisas básicas de la dignidad de un pueblo: Pan, techo y trabajo, podemos afirmar que, quienes con permiso o sin él, administran la vida y el futuro de millones de personas, han privatizado la Dignidad.

Pan, porque cada día hay más gente que pasa hambre. Literalmente. Porque los salarios de quienes aún pueden trabajar, van menguando paulatinamente y, a fin de mes, se comprueba como la magra nómina se va desangrando gota a gota, sin descanso.  Porque, después de toda una vida trabajando y contribuyendo al Sistema Público de Pensiones, quienes han accedido a su merecida jubilación, ven como ésta se reduce con el agravante de, en muchos casos, tener que volver a alimentar a sus hijos y nietos en su desesperación por no encontrar un empleo.  Porque, sin ceder un milímetro a la demagogia, hay niños que están pasando hambre y dependen de la solidaridad de profesores, compañeros y vecinos para hacer una comida digna al día.

Techo, porque ese sistema bancario, gestionado por alimañas sin escrúpulos, que incumplió su deber de ser depositario de los ahorros de sus impositores y fue saqueado de manera vergonzante e impune, además de estafar a sus clientes con métodos de trilero, ha sido rescatado de la ruina con nuestro dinero, con los recursos que se han detraído de los servicios públicos que han sido liquidados y, sin miramientos, vuelven a repartirse jugosos dividendos olvidándose, con la complicidad de los que mandan, de devolver los cientos de miles de millones recibidos.  Estos bancos, digo, que se ufanan en no devolver lo prestado, son los mismos que se ensañan con los ciudadanos sin trabajo que no pueden hacer frente a sus hipotecas, poniéndolos en la calle sin el menor rubor.  Son los mismos que, teniendo un parque de viviendas expoliadas a sus propietarios, las mantienen en reserva a la espera de tiempos mejores, en vez de ponerlas a disposición de quien las necesita.  Son los mismos que no conceden crédito a quien solicita una nueva hipoteca o a las pequeñas y medianas empresas que moverían el mercado, creando trabajo y, como consecuencia, facilitando el acceso a una vivienda digna que, vacía, espera albergar dignamente una familia.

Trabajo, porque un país con más de la cuarta parte de su fuerza productiva en situación de desempleo, no debería dedicarse a otra cosa que no sea resolver este Problema con mayúsculas.  Pero, lejos de ello ¡el Gobierno se jacta cuando el desempleo crece poco!  Los pocos puestos que se crean son de una precariedad vergonzante y sueldos de miseria.  Más de dos millones de jóvenes, sin un horizonte vital, se han marchado al extranjero como en los años sesenta y, en muchos casos, mandan dinero a sus familias para que puedan subsistir.  Este es el panorama que presentan unos gobernantes que, para encontrar solución, solo hacen invocaciones a la Virgen del Rocío y a la CEOE, a cual más estúpidamente inútil para la creación de empleo; la primera por razones obvia y la segunda, por aprovechar una coyuntura (en parte provocada artificialmente por ellos) para cercenar los derechos laborales que tanto sudor y lucha costó conseguir.


Hoy, 22M, las Marchas por la Dignidad, persiguen recuperar estos y otros derechos que un Gobierno, constituido en Comisión Liquidadora de Libertades, nos ha robado.  ¡Todos a las calles, ya es hora!  ¡¡YO VOY!!


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