sábado, 6 de octubre de 2012

DE LA IGLESIA. TÁCTICAS Y ESTRATEGIAS



La reciente publicación de un estudio, que certifica que Jesús de Nazaret estaba casado, ha levantado una polvareda de dimensiones cósmicas en el seno de la Iglesia Católica.  Buena parte de los dogmas sobre los que se han construido sus creencias, se tambalean peligrosamente sobre sus cabezas, hasta tal punto, que no debería extrañarnos que, en breve, sustituyan mitras, bonetes y tocados por unos vistosos cascos de obra que, con diferentes colores, definan su condición jerárquica dentro de la curia.

De este modo, desaparecería la secular y enfermiza fijación mostrada por la Iglesia en contra de todo lo relacionado con el sexo, en general, y de la mujer, en particular.  ¿Desaparecería?  No lo creo.

Mucho antes de la aseveración, por Sigmund Freud, de que el sexo condiciona todas las actividades de nuestra vida, la Iglesia ya lo sabía y lo empleaba como el arma más poderosa para manipular, intimidar, castigar, gobernar, imponer, asustar o estigmatizar las vidas y haciendas de sus fieles y acólitos.

La artificial negación de que Jesús, su mayor estandarte, mantuviera relaciones con mujer alguna; motivó el ultrajante Voto de Castidad y el celibato que, a lo largo de la historia, ha causado frustraciones sin cuento en todos sus miembros, desde el humilde fraile hasta el propio Papa; frustraciones que se proyectan en los demás mediante otro arma poderosa, la Culpa.

¿Quién ostenta el dudoso honor de ser el culpable de todos los males del mundo? La mujer.  Desde la atribución del Pecado original a la perversa Eva, se ha edificado una cárcel donde permanece encerrada la mitad de la humanidad, la femenina, y sólo puede atenuar el rigor su condena, como en las prisiones humanas, aplicando la cláusula de Buen Comportamiento, esto es, obediencia ciega al varón a quien debe servir y complacer en todos sus deseos.  Es decir, los Ministros de la Iglesia, no son sino meros carceleros, lo pinten del color que lo pinten.

La Legión de Orates que conocemos como Conferencia Episcopal Española, se ha puesto a la tarea de condenar cualquier avance social que aligere el atavismo de culpabilidad que lleva sobre sus hombros la mujer española; de este modo, bajo la máxima de “La mujer en casa, con la pata quebrada” ha ido torpedeando su incorporación a la educación, al mundo laboral, el voto femenino, los anticonceptivos y, su casus belli actual: El aborto.  Todos estos factores confieren a la mujer su condición de Ser Libre y, sin la obligación de permanecer en el hogar cuidando una prole numerosa, convierten a la mujer en un elemento peligrosamente desestabilizador del Orden Establecido.

También son tradicional objeto de sus invectivas los colectivos homosexuales en todas sus variedades ¿Por qué? Porque, desde el momento en que no pueden ejercer su nefasta influencia en la relación convencional hombre-mujer, no pueden mediatizar su comportamiento y las personas libres son las más peligrosas.

Así, día si, día también, salen a nuestro encuentro declaraciones sonrojantes o directamente delictivas ora del inefable Rouco Varela, ora de su fiel escudero Martínez Camino, ora del Arzobispo de Alcalá de Henares, ora del de Granada, ora del de Tenerife, ora del de Córdoba, … lo dicho, una legión de orates.  La herramienta más esgrimida por estos seres abyectos es el miedo y el antídoto más eficaz contra el miedo es la risa.  Riámonos de ellos a mandíbula batiente, no veas cómo les jode…

Hace poco leí esta frase: La Iglesia Católica que ha visto obligada a rectificar cientos de veces a lo largo de la historia, los ateos no hemos fallado ni una…

Pues eso.

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