viernes, 13 de abril de 2012

QUE NO ERA EL COPAGO, DECÍAN, QUE ERAN MOLINOS…



No hay cosa peor que te tomen por tonto y encima te lo restrieguen.  Nuestro querido Bobierno, a quien todos queremos ya un poquito más, se hartó de decirnos por todos los medios posibles que había una serie de líneas que no se podían traspasar y que las tenían muy presentes.  Hubo quien les creyó.

Lo que olvidaron contarnos es que esas líneas, tan nítidas en invierno, estaban trazadas en el hielo de los charcos de la Moncloa y, en cuanto ha empezado a calentar el solecito primaveral, han desaparecido sin dejar rastro como si del crimen perfecto se tratara.  Abracadabra.

Ahora, sin nada que les contenga, se solazan divertidos en cada charco que encuentran dejando a su paso unas aguas turbias y enlodadas de donde, luego, nos ordenan beber.  No conocen límites a su desvergüenza.

Se alarmaron, tiraron de los pelos (o de las rizadas guedejas) y nos acusaron de alarmistas sin fundamento, cuando vimos aparecer por el nublado horizonte los demonios del copago.  Estáis locos, nos decían, no es copago, sólo son molinos… Mira tú por donde, la vista no nos engañaba, eran ellos los embusteros.

Salen con la patraña, falaz donde las haya, de que no es malo que quien perciba unos emolumentos altos pague por disfrutar de servicios públicos.  MENTIRA.  Para que cada nivel de renta aporte lo que, en justicia, debe poner en la caja común para el sostenimiento de esos servicios, existen los impuestos que, aplicados con una fórmula progresiva, consiguen el efecto deseado.  El Copago no es progresivo, es una fórmula que se limita a castigar, en el caso sanitario, al que está enfermo. 

El cónclave médico del FMI ya ha alertado de lo nefasto que es para la sociedad tener unos ciudadanos que, disfrutando de una calidad de vida razonable, vivan más años y en mejores condiciones.  El Bobierno desoye sistemáticamente a médicos, profesores, científicos y demás profesionales cualificados pero, en cuanto un estamento económico abre la boca, se pone en posición de firmes y, como si de un marine bien entrenado se tratara, responde “Sí señor, gracias señor”.  Vamos a ver si consiguen que la gente que más lo necesita, nuestros mayores, deje de ir al médico y de consumir medicinas por el asombroso método de hacerles pasar por caja.

Los hipotéticos paganos, la clase más acomodada, son carne de aseguradora privada y, en cuanto vean que les sale a cuenta pagar un seguro médico en vez de aforar en una sanidad pública masificada y en franco deterioro vía presupuestos, no dudarán en pasarse con armas y bagajes a las clínicas exclusivas.  ¿Y el resto?  A la beneficiencia.

Tenía razón Maruja Torres (como siempre) en el magnífico (como siempre) artículo publicado en El País; que nadie piense que están improvisando, es una estrategia calculada al milímetro que nos están administrando como antiguamente se daba el aceite de ricino, por nuestro bien.

¿Por nuestro bien?  ¡Y una mierda!



1 comentario:

Mariete dijo...

Muy acertado... como siempre.