sábado, 18 de febrero de 2012

UN CARNAVAL DE CRISIS


Si no fuera por el Carnaval el mes de febrero sería, con diferencia, el más soso del año.  Como tantas otros usos y costumbres actuales se atribuye su celebración inicial a los Sumerios, alcanzando un éxito notable en la celebración de las Saturnales y Bacanales romanas, cuando se concedía a los esclavos alguna licencia que hiciera más llevadera su dura existencia el resto del año.

También, como tantos usos y costumbres actuales, fue abducida por la Iglesia Católica, llegando a nuestros días como cinco días de desbarre que preceden a la austeridad extrema de la Cuaresma.  Dentro de una crisis tan profunda como las que padecemos los esclavos actuales, se espera que se desaten las pasiones (que son gratis, todavía) y culminarán el miércoles de ceniza con el entierro del boquerón (está todo muy malito).

Veamos qué disfraces adoptarán nuestros próceres, haciendo alarde de su, todavía, condición humana:

Mariano Rajoy rendirá un sentido homenaje a los 8 años de travesía del desierto (Abu-Dhabi, Qatar, Bahrein, …) con su pueblo elegido, al que llevó al triunfo abriendo en dos las procelosas olas del Mar de Rojos.  Vestido de Moisés, impartirá doctrina llevando en brazos las tablas de la Reforma laboral.

Soraya S.S. nos deleitará con su logrado disfraz de Caperucita Azul, portando en su cestita ricas viandas a compartir en esa populosa reunión de amigos que celebran en Sevilla.

Alfredo P. Rubalcaba, haciendo gala de su condición de químico, se entregará en cuerpo y alma a su papel de Profesor Bacterio; intentando, con mala fortuna y peor acierto, encontrar una fórmula que permita derrotar a los malos.

El ministro de Guindos, experto en números, hará una exhibición de sus habilidades para su estilo favorito, “el recorte al vulgo”, ataviado con un logrado traje de  Eduardo Manospijeras.  El lobby financiero aún no sabe si aplaudir o pitar.

Cristóbal Montoro no se ha calentado mucho la cabeza, no siendo la imaginación y creatividad su mejor virtud ha tirado de un clásico, el Sheriff de Nottingham y que los demás piensen por qué lo ha hecho.

José Ignacio Wert, es el ministro que se ocupa de la uniformidad y clasicismo de nuestro mobiliario mental, sentándole muy mal cualquier variación que se salga de las normas por él establecidas.  Vestido de Torquemada viajará unos días a la época donde más le hubiera gustado vivir.

Fátima Báñez ha optado por el disfraz conceptual, vista y comprobada su facilidad oratoria, su dominio semántico y la profundidad de su discurso, ha optado por Mariano Ozores.

Cayo Lara no desperdicia cualquier oportunidad, por mínima que sea, para trepar al hombro del poderoso y gritarle descaradamente al oído que lo está haciendo fatal, que la está cagando y que está jodiendo a los desfavorecidos.  Su papel no podía ser otro que el de Pepito Grillo.

Alberto Ruiz Gallardón anda sobrado de toda la imaginación de la que carecen sus colegas; ataviado de Dr. Jekyll Mr Hyde justifica su capacidad para defender una causa y su contraria.

Jorge Fernández Díaz se ha dejado llevar por sus sentimientos y ha decidido homenajear a Manuel Fraga y, al grito de “La Calle es Mía”, ha demostrado en Madrid y en Valencia que es digno alumno de tan ilustre maestro.

Ana Mato aparece embutida en un traje todo blanco, de forma circular, con 7 hojas de calendario pegadas a modo de Post-it.  Dice que es la Píldora de la semana después.

Cospedal hace barrer el local a sus conmilitones mientras ella se va de fiesta.  Cuentan que, en el gran baile de Sevilla, las hadas madrinas no dan abasto.  Ella es, sin duda, la Madrastra de Cenicienta.

¡Que le corten la cabeza! Ordena Esperanza Aguirre ante cualquiera que la mire mal.  No hay mejor Reina de Corazones en todo el planeta.

Por último, sin hacer ruido, ha ido poco a poco abriéndose un hueco en nuestros corazones.  Rosa Díez borda la interpretación de una Mantis, en su versión laica que, vestida de un rosa intenso, devora la cabeza de todo discrepante.

Divirtámonos que esto empieza a oler a muerto.

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