viernes, 17 de febrero de 2012

LO CONFIESO


Todas, todas las tardes, entre las 15,30 y las 16,30, depende de la hora en la que haya alcanzado ese desmayo reparador de 10 o 15 minutos que me devuelve al mundo de los vivos; suena el teléfono de casa y, a mi somnoliento “¿Sí?”, responde una voz del otro lado del Atlántico que me pregunta “¿Tiene usted Internet en casa?”, “Sí, como ayer, anteayer, la semana pasada, el mes pasado y el año pasado ¿Qué se hace pensar que, si ayer no me interesaba su oferta, me va a interesar hoy?” Respondo con un tono entre cansino y enfadado.  Sé que mi interlocutor o interlocutora de turno no es la responsable de esta “Gota Malaya” telefónica y, según el humor del día, procuro que transcurra un minuto o dos de conexión para que esta persona perciba la miseria que, su explotador personal, le paga por molestar a la humanidad; aunque, lo reconozco:  En ocasiones no tengo paciencia y, aunque me disculpo, al colgar me siento mal.  ¿Soy un tontaina?

Todos, todos tenemos un conocido/compañero/familiar con una cara pétrea, que nos aborda con la frase: “Tú que tienes tan buena mano para/tú que eres tan listo/tú que tienes tiempo/tú que conoces a fulanito/…” y, cuando queremos reaccionar, nos han colocado un marrón en el que, por nosotros mismos, jamás nos meteríamos y si, con buenas palabras, lo rechazas; se ofenden y te sueltan una indirecta sibilina que, aunque sepas que tienes razón, te hacen sentir culpable.  ¿Parezco gilipollas?

Todas, todas la ocasiones en las que; ante una cuestión general, política, social o conflictiva y manifiestas en público tu tendencia o militancia política y argumentas impecablemente tu solución, alternativa, posición o respuesta; aparece un personaje investido de alba pureza que cuestiona tus razonamientos y los pone en entredicho acusándote de tener intereses ocultos o espurios que contaminan tus palabras, tus hechos y tu propia existencia e, involuntariamente, te descubres a ti mismo dando explicaciones.  ¿Estoy acomplejado?

Todas, todas las personas conocidas a las que abordas, ante convocatorias de movilizaciones políticas como manifestaciones, encierros, recogida de firmas, protestas o huelgas; salen por la tangente con la excusa peregrina de: no tengo tiempo, a mí es que no me convence, tú es que defiendes lo tuyo, si me vieran qué iban a pensar de mí o tengo el cumpleaños de mi suegra.  Tú insistes ante una resistencia tan débil, e, invariablemente, recibes una respuesta borde, zafia y desagradable que te deja decepcionado con el género humano.  ¿Lo tengo merecido?

Por eso, cuando ayer, a eso de las 4 de la tarde, me llamó un vecino diciendo: “Tú tienes Internet ¿verdad?  Como sabes tanto de estas cosas, a ver si me echas una mano porque tengo el Facebook petado de convocatorias para una manifestación, de estas de rojos, que hay el domingo por la mañana y no encuentro los marcadores de mi torneo de mus.  Como tú también eres un poco rojeras, sabrás como quitarlo, que están todos podridos y, precisamente, el domingo celebramos la primera comunión de mi caniche y ya verás como colapsan Madrid y no puedo ni coger el coche…”

No me pude reprimir: ¡A ver, tontaina, hay que ser gilipollas para venir a tocarme los cojones con tus tonterías y tus complejos de nuevo rico venido a menos…!  Cerré de un sonoro portazo, volví a abrir y le espeté a la cara:  “Tú votaste al PP y tienes merecido todo lo que te pase pero nosotros no.  Te coges tu mus, tu caniche y tu coche y os vais todos a la mierda…”

Y no me sentí ni mal ni nada, oye.




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