jueves, 20 de enero de 2022

En Europa ya miran raro al PP

Fondos Europeos in progress - Absténganse PePeros con ansias de choriceo


Llevamos ya más de un año formándonos para la elaboración de proyectos, dentro de los parámetros exigidos por Europa, para que se enmarquen en las líneas de innovación que definirán nuestro futuro:

1. Activación: puesta en marcha temprana de tecnologías limpias y aceleración del desarrollo y el uso de las energías renovables. 

2. Renovación: mejora de la eficiencia energética de los edificios. 

3. Carga y repostaje: fomento de tecnologías limpias para acelerar el uso de un transporte sostenible, accesible e inteligente. 

4. Conexión: despliegue rápido de servicios de banda ancha rápida en todas las regiones y hogares, incluidas las redes de fibra y 5G. 

5. Modernización: digitalización de la Administración y los servicios públicos. 

6. Ampliación: aumento de las capacidades industriales en materia de datos en la nube y desarrollo de procesadores de última generación y sostenibles. 

7. Reciclaje y perfeccionamiento profesionales: adaptación de los sistemas educativos en apoyo de las competencias digitales y la educación y formación profesional a todas las edades.

Ya que Europa exige máximo rigor y precisión en la formulación de los proyectos y todas las garantías y transparencia posibles en la ejecución del gasto. 

Tras un gran esfuerzo, se han presentado en los foros exigidos y han obtenido el placet correspondiente al haber cumplido, en tiempo y forma, los requerimientos ineludibles para su aprobación. 

Después de todo este trabajo, ahora descubrimos que la oposición pretende denunciar a España (que debe ser algo similar al caso de los ludópatas que se denuncian a sí mismos para que nos les permitan acceder a las salas de juego) porque, al parecer, el reparto teórico de esos fondos no se ha hecho siguiendo parámetros de ecuanimidad territorial. Resumiendo, que como Europa exigió proyectos que financiar, la oposición pide que se financien territorios; si hubiera sido al contrario...

No deja de tener su puntito de gracia, que el Partido Popular trate de encender las alarmas alertando que, tan ingente cantidad de dinero, es susceptible de alimentar la corrupción (y de eso ellos saben un montón).

Nos movemos, además, con cifras erróneas.  Es cierto que lo que se ha dado en llamar Plan de Recuperación y Resilencia, incluye sobre todo los Fondos Next Generation y REACT-EU, y ascienden a un máximo de 140.000 millones de euros (aproximadamente la mitad a fondo perdido y el resto a uninterés muy ventajoso), pero poco se habla de otra cantidad importante, alrededor de 60.000 millones recuperados de las aportaciones no ejecutadas y que, habitualmente, se pierden a 31 de diciembre, pero se han mantenido excepcionalmente.

Sería muy importante que el Partido Popular, dejara de babear pensando la cantidad de tropelías y "alicatados de riñón" que podría hacer con ese dineral y, ya que no rema a favor, al menos que deje de poner obstáculos, que en Bruselas ya les miran raro. 

Si alguna vez lo fue, el Partido Popular ha dejado de ser un Partido de Estado, y ahora, solo se preocupa por el estado del partido, poniendo palos en las ruedas de la financiación cada vez que abren la boca; tan lamentable como cierto. Esta situación me ha recordado al indomable Alfredo Di Stéfano, cuando fue entrenador del Valencia, donde, al parecer, tenía un portero que no andaba sobrado de calidad. En una ocasión, tras un partido nefasto, al regresar al vestuario lo espetó: "Yo no le pido que me pare los balones que van dentro pero, por favor, no me meta los que van fuera..."

Pues eso...

domingo, 15 de septiembre de 2019

¿Era Murphy un influencer sin saberlo?



Todos hemos oído alguna vez las sentencias indiscutibles que pusieron en el mapa a la Ley de Murphy; llegó el momento de evaluar cómo les ha ido con este vertiginoso paso del tiempo y la evolución de nuestros avatares diarios, desde su lanzamiento en 1997 hasta hoy.  Empezaremos por sus enunciados más emblemáticos:

La tostada siempre cae por el lado de la mantequilla”, es un hecho que no admite discusión, ahora bien, cuando veo por la calle a gente, cada vez con más frecuencia, que va hablando por el teléfono móvil como si fuera a comerse una tostada, me imagino que si se le cae al suelo en ese momento, aterrizará por el lado del cristal. Esta verdad justificaría la proliferación de comercios con ofertas en la sustitución de pantallas rotas de teléfonos inteligentes (smartphones) que cada día demuestran ser más listos que sus atolondrados propietarios.

No se puede saber cuál es la profundidad de un charco hasta que no se ha metido el pie en él”; deberíamos empezar por definir el concepto de charco, y con más motivo ahora, con fenómenos meteorológicos cada vez más extremos en que cualquier llovizna corriente se ha convertido en una catarata de caudal ingobernable. Podríamos entonces concluir que, para conocer la profundidad de un charco, nos ayudará mucho observar hasta qué piso llega el agua.

Si consigue mantener la calma cuando todo el mundo ha perdido la cabeza, es que no se ha enterado del problema”, aunque el alcance de este adagio es universal, sus aplicaciones en materia política son las que le han concedido una trascendencia brutal; basta con observar las caras de los ¿responsables? de distintos partidos en un barrido de cámara en el Congreso, para constatar su patente infalibilidad.

Nada es tan bonito de cerca como de lejos”. Pienses en lo que pienses y lo intentes con lo que te de la gana, nunca falla, incluida la interpretación con personas y sus caracteres. Como tantos otros, debería estar tallado en piedra.

Si usted desmonta una cosa, la vuelve a montar y repite el proceso varias veces, al final tendrá dos cosas”; estamos ante uno de los principios fundamentales de la ingeniería moderna: la sencillez es imprescindible para que algo funcione y la complicación es imprescindible para que algo sea infinitamente caro. Combina con acierto ambos principios y tendrás un floreciente negocio hasta que llegue otro, lo enrede todavía más y te levante los clientes.

Y por último, 7 palabras que encierran toda la sabiduría de la humanidad: “Si algo puede salir mal, saldrá mal”, refrendado por el siguiente corolario leído en una pared cualquiera: “Todo me male sal”. Nada más que añadir.



viernes, 31 de mayo de 2019

¿De Podemos a Pudimos?



No dudo de las buenas intenciones de Pablo Iglesias, soportadas en una sólida ideología y unos conceptos metodológicos modernos y cargados de pragmatismo. Hasta ahí, todo perfecto, de hecho, él y el completo equipo fundador de Podemos, fueron capaces de seducir a millones de personas de sesgo político similar que sabían que necesitaban algo, un cambio, pero no sabían qué, y cuando les vieron y oyeron allá por 2014, se dijeron para su interior: Por fin, esto era…

Las multicitas electorales que se sucedieron desde 2014: Europeas, Municipales y Autonómicas de 2015, más la doble convocatoria a Generales de 2015 y 2016, refrendaron esa confianza de una parte importante del electorado, una tasa sólida de crecimiento y unas expectativas que, ayudadas por el momento de debilidad del PSOE, llamaban al sorpasso en el voto de izquierda e hicieron saltar todas las alarmas del mundo en la derecha política, mediática y económica, valga la redundancia. Una locomotora morada avanzaba a toda velocidad, se iba implantando con firmeza en todo el territorio nacional y amenazaba con llevarse por delante cualquier obstáculo que encontrase. Eran los tiempos de “asaltar el cielo” y otras sentencias, más o menos afortunadas, por el estilo.

Ocurrió también, que se fueron sucediendo, uno tras otro, grandes aciertos en materia de fichajes, tanto de alcance mediático como intelectual y político: Carmena para Madrid, Colau en Barcelona, Kichi en Cádiz, Ribó en Valencia y otra larga serie de personas relevantes que, unidas al fenómeno Mareas, hacían de Podemos y sus aliados estratégicos, un constante dolor de cabeza para la derecha en cualquiera de sus facetas. Buenas ideas, magníficos nombres y respaldo popular eran los sólidos avales que lo sustentaban. ¿Qué ha podido suceder para su sorprendente e inesperada caída?

Como cualquier partido político, Podemos tiene una legión de seguidores fieles que lo defienden a capa y espada en cualquier foro donde se suscite alguna crítica, en algunas ocasiones con mucho acierto, en otras no tanto. También han permitido que su inicial pragmatismo vaya cediendo el paso a un sectarismo que ha generado recelos entre teóricos cercanos primero, y después abandonos de mayor o menor calado pero la sangría no se ha parado ahí. Es cierto que la Política es un parque temático de Egos donde unos sobreviven y otros perecen pero, si les añades otros ingredientes dañinos, como la soberbia, el rencor o la envidia; has convertido cualquier reunión de su Dirección en una potencial carnicería donde sabes cuántos entran pero no cuántos saldrán con vida.

Cómo, si no, pueden explicarse las espantadas de Carmena, Kichi, Bescansa, Errejón, Espinar o las Mareas, por citar solo algunos de los más mediáticos aunque la lista es kilométrica. ¿Todos son traidores? Quizá esa sea una explicación demasiado simplista para justificar de forma endogámica un proceso mucho más complejo del que la actual dirección no es, en absoluto, ajena y del que han tomado nota cientos de miles de votantes que han dejado de serlo. Cualquier país civilizado necesita un partido fuerte de centro izquierda y otro, también potente, situado más a su izquierda que se hagan mutuamente de contrapeso. Ese espacio más a la izquierda lo ocupó durante 30 años Izquierda Unida, antes el PCE, y durante el corto periodo reciente, Podemos. Si dejan de esparcir culpabilidades hacia afuera y detectan y corrigen sus fantasmas internos, tenemos Podemos para rato, si no, será Pudimos, con lo que todo eso conlleva.

miércoles, 6 de febrero de 2019

Un relator en la corte de Felipe VI



El relator, como llamaban ahora al secretario de toda la vida, estaba hasta las mismísimas gónadas de la tropa con la que le estaba tocando lidiar un día sí y otro también (usaba tanto el lenguaje inclusivo que, en vez de decir testículos u ovarios, había optado por el genérico gónadas que recogía ambos). La última reunión se había zanjado con un puñetazo en la mesa por parte de ambos bandos y, además de recoger los bolígrafos que habían quedado desperdigados por ahí, no tenía un mal acuerdo que llevar al acta. Por no tener, no había ni una propuesta decente, ni un saludo cordial siquiera.

Los contendientes, como gustaban autodenominarse con una pose de fanfarronería algo fantasma, permanecían enrocados en sus posturas desde hacía semanas y el relator no encontraba la fórmula para lograr un mínimo acercamiento, aunque solo fuera físico. Llegaban, eso sí, puntuales, a la hora de la reunión, cruzaban un gruñido a modo de saludo, se sentaban en ambos extremos de la mesa y ahí terminaba todo. El relator, ejerciendo su función, relataba el proceso que les había llevado hasta allí, las propuestas iniciales de cada una de las partes, antagónicas entre sí y la posición inmovilista de los negociadores. A partir de ahí, silencio, acompañado de algún gesto de desaprobación, pero silencio absoluto.

Hizo varios intentos, baldíos todos, de encontrar algún punto en común aunque fuera en la parcela técnica, pero ni por esas. Los procesos, la metodología, los resultados y su evaluación eran diametralmente opuestos; no hablemos ya de los contenidos y sus pautas de aplicación, que se parecían lo mismo que una trucha y una bicicleta.

La octava reunión inútil discurría por la senda frustrante de las siete anteriores y fue el momento sin retorno que colmó el vaso del relator; en una actitud sin precedentes, se puso en pie levantando la voz: “¡Me voy a cagar en la hostia ya!”, los dos polos de la mesa quedaron petrificados por la sorpresa. Y continuó: “Tú, Felipe, si Letizia se quiere afiliar a Esquerra Republicana de Catalunya, tiene derecho, como ciudadana que es; que se afilie y punto. Y Tú, Letizia, me vas a ir quitando las esteladas que has ido colgando por todo el palacio, que a este hombre le va a dar un perrenque”. Trataron de balbucear una respuesta, pero el relator les paró en seco con un gesto de su mano. “Y sanseacabó. A la próxima gilipollez, me autoproclamo rey y se os cae el pelo”.

Esa es la razón por la que Felipe y Letizia tienen esa cara de estreñidos y por la que nunca visten de rojo y amarillo.  Así se escribe la historia…

martes, 5 de febrero de 2019

Alzheimer



“Tengo la cabeza como para echar cuentas”, pensaba Manuel mientras miraba sin ver la estantería colgada frente a él. Llevaba días con una extraña sensación, la de notar que iban desapareciendo libros del anaquel de arriba. No se había puesto a contarlos, ni mucho menos, y de hacer un inventario exhaustivo ya ni hablamos pero, y cada día estaba más seguro, el fondo negro iba creciendo contra el mosaico policromado que formaban los lomos colocados vertical y horizontalmente.

A la vez, el despacho también parecía menguar, las paredes iban tomando una inclinación hacia dentro que aún no era amenazante pero ya inquietaba un poco. Del mismo modo, los archivadores habían encogido hasta el punto de haber perdido incluso una fila de cajones y las sillas, de esas tapizadas en tela que hay en todas las oficinas, empezaban tímidamente a tomar las dimensiones de una casa de muñecas. Una oficina de muñecas, para ser más preciso.

Se acordó de Alicia en el País de las Maravillas e hizo memoria para comprobar si había comido o bebido algo que aumentase o redujese su tamaño. Tras un momento de duda, llegó la certeza, que le hubiera aumentado a él de tamaño, ya que todo parecía encoger. Pero no, era imposible ya que el sillón donde se sentaba seguía igual y el asunto empezaba ya a dejar de tener gracia y ser agobiante.

Las palabras, igual que los libros, iban desapareciendo sin hacer ruido. Hoy, sin ir más lejos, se había volatilizado la palabra que define ese cajón de plástico, colgado de las farolas o montado sobre una patas, donde la gente que va por la calle tira sus desperdicios. Ayer fue el nombre de la tienda que vende pinturas y productos químicos y anteayer la palabra para referirse a la ausencia de ruido. Quizá no era Alicia el libro de referencia, quizá debía fijarse más en La Historia Interminable, donde la Nada va ganando terreno al mundo conocido y lo que desaparece no deja registro de su existencia anterior.

Las caras, sospechosamente,  iban perdiendo sus rasgos definitorios y adquiriendo una uniformidad, quizá con algún sentido estético, ya que diluía deformidades o gestos histriónicos paro, a cambio, dificultaba la tarea de asociar rostros con personas concretas. Ante tal dilema, y siendo como siempre fue, un tipo resolutivo, le iba poniendo un nombre al azar pero según se igualaban carecía de sentido establecer distinciones.  Llegó un momento en que ya ni siquiera tenía claro si se trataba de una persona, de dos  o de cuántas y decidió ignorarlas a ellas también para evitarse problemas.

Con tanta complicación sobrevenida, paradójicamente, la vida se fue simplificando y Manuel, o así era como parecía llamarse, dejo de fijarse en el mundo o, no lo tenía claro del todo, fue el mundo el que dejó de fijarse en él. El caso es que el tiempo disolvió su existencia ya todo fue nada.


miércoles, 26 de diciembre de 2018

El Árbol de Navidad


“Esa escalera tan estrecha no se había construido para gente obesa y, claro, subir hasta el quinto ayudaba a mantener la línea”, pensaba Ricardo cada vez que iba a casa de sus padres, vecinos de uno de esos bloques fotocopiados de Las Margaritas que, lejos de la calle o el número que les correspondiera, siempre se habían distinguido por los nombres de sus vecinos. “-¿Dónde has dejado el coche? -En la esquina, al lado del portal de la Pepi”.

Los padres de Ricardo fueron de los pioneros, de los primeros vecinos que poblaron el barrio allá por la prehistoria, en 1968. A la menor oportunidad sacaban brillo al orgullo de vivir allí y formar parte de ese organismo vivo, latiente y a veces doliente que fue, es y será el Barrio de Las Márgaras, como se referían cariñosamente cuando hablaban de él. Los años habían pasado para todos y para ellos también, que habían superado sobradamente la edad de 80 y, aunque habían sido generosos en cuanto a felicidad vital, habían criado a dos hijas y un hijo que crecieron con salud e inteligencia; la naturaleza estaba empezando a ser rácana en sus prestaciones y mantenía al padre varado en el pisito, coqueto, limpio y arreglado, amarrado a un andador que hacía imposible bajar, y menos aún subir, por la empinada y angosta escalera. La madre tampoco estaba demasiado ágil y sus piernas ya solo permitían bajar a por el pan y poco más. Semanalmente y por turnos, Rosalía, Mercedes y Ricardo le llevaban la compra que, previamente, les habían dictado por teléfono. Salvando esos momentos y algún contacto esporádico con sus vecinos de rellano, ahí terminaba su contacto habitual con el mundo.

El día que nos ocupa era especial, Ricardo resoplaba escalera arriba haciendo maniobra en cada rellano y descansillo para, por una parte, descansar los músculos y, por otra, recolocar el aparatoso pino que en un cálculo demasiado optimista había decidido regalar a sus padres y que era tres tallas más grande que la subida, el piso y el propio barrio. “No hace falta ser un explorador indio para seguirme la pista”, pensaba mirando el rastro de pinaza que iba dejando a su paso y, mentalmente, se conjuró para que, una vez que consiguiera llegar al quinto, bajar con la escoba y barrerlo todo antes que se resbalara nadie y tuvieran que lamentar una desgracia.

Por fin, jadeante como un San Bernardo asmático, coronó la subida y en vez de abrir con su llave, probó a llamar al timbre mientras grababa con el móvil para registrar la cara de sorpresa de su madre y subirlo al grupo de whatsapp que compartía con sus hermanas.

Tras esperar un tiempo prudente sin obtener respuesta, volvió a tocar el timbre, esta vez con mayor insistencia, ya que se oía la tele de fondo y sus padres adolecían de dureza auditiva selectiva. Poco rato después, Ricardo consideró suficientes cuatro intentos para apagar el video del teléfono, guardarlo y abrir la puerta con sus propias llaves. Desde la entradita veía a su padre de espaldas, inmóvil, sentado en el sofá; avanzó y notó como la sangre le bajaba a los pies cuando reparó en su madre tendida sobre la alfombra sin ningún signo vital apreciable. Se apresuró a agacharse y, mientras percibía un pulso débil con una mano, marcaba el 112 con la otra; describió la situación y le emplazaron a esperar en un plazo breve hasta que llegará la ambulancia que enviaban. Aprovechó en impasse para observar a su padre, hipnotizado, con la mirada perdida en dirección a la mujer que estaba tendida ante él; su única reacción eran las lágrimas incontenibles que caían por sus mejillas. Por lo demás, ni un gesto, ni una palabra, ni un movimiento. Nada.

Diecisiete eternos minutos más tarde sonó el timbre del portero automático, no había percibido ninguna novedad en ambos y toco con insistencia el botón que accionaba la apertura de la puerta si pararse a preguntar. Instintivamente abrió también la puerta de entrada en el piso y lo vio de nuevo: ahí seguía el desmesurado árbol, ocupando todo el rellano, si dejar más que un pequeño resquicio junto a la pared, por donde no cabían de ningún modo ni el personal sanitario ni mucho menos la camilla. Mientras resonaban las voces que subían a toda prisa, tiró hacia dentro del tronco y, a favor de obra, el pino entró en el piso con facilidad y, dada su envergadura, penetró directo hasta el salón dejando un reguero de agujas verdes que iban alfombrando todo a su paso.

Si no hubiera sido por lo dramático del momento, hubiera tenido su gracia ver atravesar el salón, como una exhalación, una enorme conífera que desentonaba con cualquier otro elemento del pequeño piso. Los sanitarios entraron en el momento exacto en que pudieron dar el último empujón al ápice para que tronco, ramas, piñas y porteador entrasen de golpe en el pasillo camino de la alcoba de matrimonio. Al pasar sobre el cuerpo exánime de la mujer, este quedó cubierto de arriba abajo por sus agujas, como tratando de disimular su presencia, y algunas de ellas penetraron en su nariz. Aun con la leve respiración, excitaron sus tejidos y se produjo un estornudo, sorpresivo por inesperado.

Que fuera discreto, no restó eficacia a ese estornudo y a los otros dos, más potentes, que lo siguieron. La madre recuperó la consciencia, primero de modo atolondrado y torpe para, poco a poco, volver completamente a su ser; lo que deshizo el ensalmo que hechizaba al padre, quién reaccionó con una sonrisa seguida por otro torrente de lágrimas, estas ya de alivio.

Un reconocimiento rápido descartó una patología muy grave pero los sanitarios aconsejaron llevarse a la madre al hospital para un reconocimiento más profundo y la acomodaron en la moderna camilla para bajar la escalera con toda la dificultad que entrañaba. Mientras les seguía, escalones abajo, Ricardo atribuyó al protoárbol de Navidad el milagro de la resurrección de su madre y se conjuró para, en lo que le quedara de vida, llevar a casa de sus padres y a la suya propia el pino más grande que encontrase en el mercado.

¡Felices fiestas!

lunes, 24 de diciembre de 2018

El decálogo imprescindible para sobrevivir a las cenas navideñas



Quieras o no quieras, son fechas de inevitables contactos entre seres más o menos humanos. Veamos cómo sobrevivir con los menores daños posibles:

1.- Al llegar a casa de tus anfitriones, te mostrarás extasiado por la decoración navideña y el buen gusto al colocarla aunque te sangren los ojos con lo chabacano de los adornos, la infernal mezcla de colores en un árbol que pide ser talado por misericordia y ese Belén que parece un puticlub de pueblo.

2.- La carne no está dura, está al dente; la ensalada de nísperos en escabeche es muy original; no es que no pruebes bocado por repugnancia, es que ya no te cabe más y, en general, la cena no está salada como si dieras lametazos a las salinas de Torrevieja, está sabrosa; los ojos solo te lloran de emoción.

3.- El vino del súper se deja trasegar a partir de la cuarta copa, parecerá un Vega Sicilia a partir de la octava, pero tu cuñado (no importa cuál) no dejará de parecerte gilipollas hasta la decimosexta.

4.- Hagas lo que hagas, la sensación de ser el único que se curra los regalos del Amigo Invisible se incrementa año tras año. Ya puedes regalar un moñigo envuelto en papel celofán, que a ti te caerá otro igual, liado en papel de periódico atrasado.

5.- Tu suegro tiene carta blanca para sentarse a la mesa cuando le dé la puta gana, como le salga de las pelotas, borracho hasta las cejas y no deje de tocarle las gónadas a todo el mundo pero, como se te ocurra soltar una inconveniencia, te caerán encima las siete plagas de Egipto.

6.- Lo sabes de sobra porque jugabais a los mismos números, a tu cuñada no le han tocado ni las diez del monte, pero da igual; alabarás su suerte legendaria cuando os confiese discretamente que, juntando todo, ha salido ganando 550 euros en la lotería, que guardará para irse las vacaciones a un crucero (y además sabes que se larga al pueblo de su madre a pegar gañote todo el verano).

7.- Dos valium y un lingotazo antes de salir, hacen maravillas para soportar toda la cena escuchando argumentos de ultraderecha el sobrao de tu cuñado fontanero, que es autónomo de los que paga el mínimo, pero exige prestaciones suecas, va de experto empresario del IBEX y solo repite las mierdas que oye en Intereconomía y tu hermana te pide dinero cada dos por tres porque se deja la pasta en el casino.

8.- Si tú no tienes hijos porque no soportas a ningún ser humano que mida menos de metro cuarenta (y al resto según y cómo), por qué tienes que aguantar a una caterva de enanos chillones que se suben por encima de cualquier cosa, inerte o animada, que esté a su alcance; sueltan incontrolables risotadas con la boca llena que te ponen perdido de perdigones y se ponen a llorar a 125 decibelios sin mediar provocación. Herodes, ese héroe injustamente tratado por la Historia.

9.- Además de la política, el fútbol es otro asunto espinoso que mejor no tocar. Entre tanta gente hay aficionados de distintos equipos que son enemigos irreconciliables. Aunque, ahora que lo pienso, a mí me la suda el fútbol pero, no viene mal de vez en cuando, soltar un “menudo penalty que le hicieron a fulanito” entre dos forofos de los equipos contendientes; dar un par de discretos pasos atrás, y contemplar como de sacan las vísceras con la pala de pescado.

10.- Tu suegra es una mujer con carácter pero es buena gente y se ha pasado una semana dejando la casa como los chorros del oro para lucirla con sus invitados. Conviene ayudarla… ayudarla a montar en cólera cuando; el gato de su nieta mayor (que, por inexplicables motivos, no puede quedarse un rato solo en su casa) que se ha subido por todos los muebles dejándolo todo lleno de pelos blancos; ha tirado el jarrón que contenía las cenizas de la abuela, esparciéndolas generosamente por el salón.

Espero que estos breves consejitos se resulten de utilidad, en cualquier caso, una última recomendación: Ser feliz en estas fechas no es obligatorio, pero ayuda. Diviértete…

domingo, 25 de noviembre de 2018

25 de noviembre



Poca gente conoce que, hoy, 25 de noviembre, es el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer y eso no es bueno, debería presidir el calendario junto con otras fechas fundamentales. Este año cae en domingo y, así como determinados festivos se trasladan al lunes siguiente, esta conmemoración debería también trasladarse a mañana, de ese modo se trataría en colegios e institutos y, como todo lo que se aprende y asimila en esas edades, la NO violencia contra la mujer sería un concepto que acompañaría de por vida a estudiantes y también docentes.

Una sociedad igualitaria es el futuro que nos espera, aunque debería ser el presente, pero luchar contra determinados atavismos machistas vistos o aprendidos en la infancia es muy difícil por su arraigo sicológico, de ahí la necesidad perentoria de imbuir su implantación y desarrollo natural desee las primeras fases de la enseñanza y eso solo podemos hacerlo desde un planteamiento vital de izquierdas. Porque las derechas, como en tantos otros asuntos, dicen con la “boca pequeña” las cosas que creen que la gente quiere escuchar, o que saben qué deben decir pero luego tienen el puñal fuertemente agarrado con  la mano que esconden tras la espalda.

La enseñanza pública, una vez que se vaya recuperando de la malintencionada sangría de medios a que fue sometida con la torpe excusa de la crisis, por sí misma ya es un entorno igualitario en que niñas y niños se mueven en igualdad de condiciones, estudian las mismas cosas, con el mismo profesorado, en el mismo ambiente, practican los mismos deportes y van y vuelven juntos; la privada es otra cosa. El 90% de la enseñanza privada en España es concertada, es decir, financiada con fondos públicos y, como tal, debería obedecer a unos parámetros innegociables; pues no, en un altísimo porcentaje está adscrita a la confesión católica (o ultracatólica) y ya sabemos el cariño que el catolicismo tradicional tiene a la mujer y sus derechos.

En pleno S XXI no podemos permitir que se utilicen fondos públicos para financiar microregímenes totalitarios, donde se discrimina a los estudiantes por sexo, se imparten las mismas asignaturas con diferente sesgo y distinto profesorado y, sibilinamente, se va implantando en sus cerebros la idea de la superioridad masculina y el deber de sumisión femenina, no tan descarado y humillante como en los sonrojantes textos de posguerra pero con el mismo espíritu.

Cuando las personas son educadas bajo el principio de igualdad y de respeto a los demás, las reacciones violentas tienen mucho más difícil aflorar ya que se encuentran con determinantes muros sicológicos que las paran en seco o, en el caso de diferencias irreconciliables, las reconducen a entornos de diálogo o ruptura pactada. Hasta ahora, los entornos educativos han adolecido de un tratamiento intensivo en esta materia o, justo al contrario, lo han demonizado y tratado en contra; trabajemos para invertir la tendencia y las generaciones que ahora acceden al sistema educativo vean normalidad en lo que, en realidad es normal, la igualdad plena del hombre y la mujer en todas las facetas de la vida.

Solo así daremos un paso fundamental en minimizar la lacra, la sangría de vidas, la vergüenza social y del vertedero de intenciones que supone la violencia contra las mujeres o, expresado en términos reales, el TERRORISMO MACHISTA y el 25 de noviembre podría ser una fecha que recordara a todas esas víctimas del pasado. Hasta entonces, pongámonos a trabajar…

sábado, 3 de noviembre de 2018

Ni vaivenes ni indecisiones, equilibrio…



Cuando el instinto de una criaturita de algo más de un año la nota preparada, inicia la maniobra para incorporarse y empezar a caminar. Al principio le cuesta varios intentos hasta que consigue ponerse en pie, luego debe mantenerse sin apoyarse en nada para empezar a dar un temeroso primer paso; cuando lo ha conseguido da un segundo, un tercero y así coge una inercia que finaliza con un aterrizaje suave y feliz. Poco a poco va cogiendo confianza y, tras algún pequeño susto sin importancia, se arranca con pequeñas carreras entre risas y feliz jolgorio infantil. Ya ha conseguido, es un ser un poco más autónomo aunque sigue dependiendo de muchos y variados factores externos para poder desarrollar su vida y seguir creciendo. Ahora llega el momento de descubrir que, casi nunca, la línea recta es el camino más corto entre dos puntos; existen conceptos tangibles, conocidos comúnmente como muebles, que hacen la vida mucho más complicada en materia de desplazamientos. Este descubrimiento va acompañado de otro indisociable: no es buena idea arremeter contra ellos, seguirán en su sitio o, en el mejor de los casos, se moverán unos centímetros, te harás daño y te verás obligado a dar un rodeo para llegar a tu destino, igual que antes del topetazo. 
Este ejemplo cotidiano puede servirnos para analizar estos primeros meses de Pedro Sánchez en la Presidencia del Gobierno. La moción de censura que lo aupó fue una osadia, no desprovista de cálculo, pero su mayor componente fue el atrevimiento. Como consecuencia, una vez lograda, hubo que pasar a toda velocidad de la teoría a la práctica, de saber qué se quiere hacer, a descubrir qué se puede hacer y, ese cambio, viene motivado por abrir los ojos a algo fundamental, con quién. 
En su caso, ya logrado el objetivo de mantenerse en pie y dar sus primeros pasitos, los “muebles” que aparecieron en su camino ni están quietos ni son mullidos; son obstinadamente móviles para obstaculizar el paso y están repletos de aristas filosas que producen severas heridas al más mínimo roce.  En ocasiones le ayudan los empujones, bienintencionados algunos y sibilinos otros, de otro bebé que camina detrás; los primeros han servido para avanzar más deprisa y los segundos para lastimarse en choques de impacto no calculado que han derivado en desgaste, físico, moral y de prestigio.
No obstante, analizando el medio hostil en el que se desenvuelve, hay que reconocerle el mérito. El anterior habitante de ese salón lo dejó lleno de trampas, agujeros y muros, y los familiares que, habitualmente, están alrededor para jalear los logros, minimizar los fallos, dar aliento y reconfortar tras un golpe; aún no han terminado de entrar, sencillamente, porque los del anterior no han terminado de salir y se hacen los remolones para tener todavía posibilidades de ir poniendo más y más obstáculos en el camino, alguna que otra zancadilla y gritos desaforados de recriminación cruel, exaltación del ridículo e ir minando su moral todo lo que puedan.
Poco  a poco se le nota más seguro y confiado. Eso es bueno porque acometerá sus objetivos con más decisión, basándose en el aprendizaje adquirido a gran velocidad, no es tan bueno porque cualquier accidente, en esas circunstancias, acarreará lesiones más graves que las sufridas hasta ahora. Permanezcamos atentos, la criatura se desarrolla bien y va sumando destrezas y habilidades a las que ya le aportaba la genética. Salvando envidias y maldades de los vecinos malencarados del rellano de arriba, para llevar en este mundo/selva cinco meses escasos, Pedrito progresa adecuadamente; ahora habrá que poner los medios para que no meta los dedos en un enchufe.

miércoles, 31 de octubre de 2018

¿Quieres pasar miedo de verdad?



En estas fechas es tradición rendir culto a los difuntos, recrearnos en leyendas esotéricas que ponen los pelos de punta, jugar con el concepto del miedo y sus causas, buscar sensaciones terroríficas o disfrazarnos de personajes que provocan temor por desconocidos o mala fama, como brujas, monstruos, locos y demás. Todo está muy manoseado y envuelto en ese celofán comercial que lo infantiliza. ¿Quieres pasar miedo de verdad? Párate a pensar un rato en estos nueve elementos cotidianos que nos rodean por todas partes:

La Iglesia Católica es la institución mundial que más ha hecho en la historia en pos de la paz, el amor al prójimo y hacer el bien. Diríamos, para ser más precisos, la paz de los cementerios y el amor a los hijos del prójimo y hacerse con los bienes de los demás.

Confiamos en la justicia. Pero estamos comprobando, un día y otro y otro, que la justicia no es tan ciega como dicen, está tuerta del ojo derecho y por ese lado no ve nada. Ni ganas.

La Policía investiga. El que la hace, la paga. Basta un indicio de la comisión de un delito para que la policía se ponga a investigar, implacable, sin importar quién sea quien está detrás. Lástima que luego lleguen los que la dirigen y la ninguneen, manipulen o perviertan su trabajo.

La banca es necesaria para que funcione el sistema. Recoge los bienes de todos, los guarda con celo y, a cambio, nos da seguridad y una pequeña compensación. Mirándolo en la práctica, se queda con nuestro dinero y nos cobra por hacer negocios con él; si consigue beneficios, van a su cuenta de resultados y si son pérdidas, las pagaremos nosotros.

Los políticos son personas y, como tales, tienen sus virtudes y sus defectos, sus defectos, sus defectos, sus defectos o sus defectos. Lo malo es cuando se les olvida, se vienen arriba y se ponen a presumir de ejemplares. Lo peor, cuando nos creemos que tienen razón.

El periodismo es una profesión noble, el contrapunto necesario para evitar que cometan abusos los que ostentan el poder, poniendo sus desmanes en conocimiento del pueblo. Lástima que (casi)todos trabajen en medios de comunicación que tienen sus consejos de administración, sus inversores y persigan el máximo beneficio.

El ejército lo forman un grupo de hombres y mujeres dispuestos a sacrificar su vida por defender su patria y los ciudadanos que la forman. Están armados hasta los dientes, disponen de los últimos avances tecnológicos y, a menudo, están mandados por personajes siniestros que deciden quien vive o muere por sus propios intereses.

Te preocupa tu salud e intentas comer del modo más sano posible: buscas alimentos naturales, huyes de los ultraprocesados y los cocinas buscando respetar sus nutrientes. Pero los pesticidas están en cada elemento de la cadena trófica, desde los vegetales hasta los animales que los ingieren y no es posible encontrar ningún elemento sin ellos y, como son relativamente recientes, se desconocen sus efectos en el organismo a medio y largo plazo.

Toda la tecnología que nos hace la vida más fácil está encaminada a tenernos controlados y vigilados todos los días a todas horas ¿por qué, si no, nuestros amigos inseparables, los teléfonos móviles graban y transmiten nuestras conversaciones cotidianas (no solo las telefónicas), los lugares que visitamos y con quién.

La Tierra era ese paraíso natural donde convivíamos con el resto de especies animales y vegetales, respetando sus estructura y recursos. Ya no. Ahora es un sucio horno en progresivo calentamiento que responde como un ser vivo defendiéndose de nosotros hasta que uno de los dos perezca.

jueves, 11 de octubre de 2018

Evolucionadamente primitivos



Empecé a escribir sobre los principios que mueven al ser humano a la risa y vi que, de muy pequeño, un niño se ríe cuando ve que su hermano se cae, ambos ríen cuando el que cae es el vecino y los tres si tropieza el de la calle de al lado; todos se parten de risa cuando resbala alguien de otro barrio y se produce una carcajada generalizada con las caídas del pueblo siguiente. La onda expansiva es similar si quien lo sufre es de otra provincia y todos reaccionan con alborozo con el trastazo de un lugareño de otra región.  Intentaba explorar el origen atávico de la risa y descubrí que acababa de definir el nacionalismo que, muy simplificado, consistiría en constatar la superioridad sobre el que pertenece a otro lugar usando circunstancias puntuales o relativas que lo hacen parecer ridículo.

Ese concepto tribal, derivado luego en aldeano, y expandido en círculos concéntricos, viene imprimido en nuestro ADN más básico e irracional, heredado de momentos iniciales de la evolución de nuestro cerebro y anclado en un, mal interpretado, espíritu de supervivencia; es la base y causa de todas las guerras y desgracias asociadas que han diezmado nuestra especie en todos los tiempos y en todas las partes de nuestro planeta habitadas por ese eufemismo llamado ser humano.

Se supone que vivimos en una sociedad desarrollada y hemos alcanzado el nivel más alto de civilización que ha logrado nuestra especie en los 50.000 años que, como tales, llevamos correteando por el planeta, pues, oye, como el primer día: Nos agredimos con banderas en vez de con palos y piedras, mandamos nuestros abogados en vez de los individuos mejor dotados para la lucha, buscamos alianzas estratégicas en vez de comprar seguidores con pieles, carne y semillas pero, por lo demás, exactamente igual.

Antes que usar la violencia física tiramos de violencia verbal y, quienes defendemos la necesidad de eliminar divisiones artificiales, caminar juntos y optimizar los recursos haciéndolos comunes, somos insultados y despreciados por ambos contendientes, acusados de pusilánimes, cobardes, ilusos, buenistas o, incluso, traidores y, si insistimos en la racionalidad y les pedimos argumentos, no hay problema en pasar de la violencia verbal a la física usando los palos de las banderas como arma que, significativamente, recuerda a las trifulcas entre clanes de cavernas cercanas.

Empecé a escribir sobre los principios que mueven al ser humano a la risa y he llegado a algunas conclusiones que no me hacen ni pizca de gracia.

lunes, 8 de octubre de 2018

A mí también me cabrearon, pero…



Hoy lunes no se habla de otra cosa, será porque es lunes y los lunes vienen acompañados de mal rollo o será porque la noticia, en sí misma, es un pozo inagotable de tufo vomitivo pero es solo eso: algo de lo que hablar un lunes o un tufo desagradable que se disipará en el aire.

Porque la escenificación de VOX ayer en el Palacio de Vista Alegre fue una cuidada puesta en escena en un recinto muy agradecido, con figurantes voluntariosos y de pago llegados en autobuses ad hoc, como el de la imagen, de todos los rincones de su ¡¡España!! y donde se invirtió dinero, mucho dinero para transporte, comida, una bandera de tamaño generoso por asiento y un soporte tecnológico importante; pero detrás de ese teatro no hay nada, nada más que un espacio vacío poblado de ratas hambrientas con olor a naftalina. Lograron, eso sí, lo que buscaban, un tiempo impagable en los informativos de ayer y un espacio generoso en las portadas de hoy; ni comprando espacios publicitarios en prime time por el doble de dinero, habrían logrado la penetración mediática del acto de ayer. Pero esto no lo inventaron ellos, ya lo hizo antes el Frente Nacional.

Es evidente que la muchachada de Abascal, que reúne lo mejor de cada casa y de cada caso, bebe incesantemente de las tácticas y estrategias de la formación ultraderechista francesa, sus procesos, sus mensajes, sus tics y su odio universal pero ¿y los demás?

Hace no mucho tiempo, los medios franceses entonaron un sentido mea culpa porque se dieron cuenta de que habían calculado mal la estrategia del tratamiento que debían dar a Le Pen y su partido y, así, fueron aplicando en cada momento la peor de las respuestas posibles: Primero se alarmaron a cinco columnas, con lo que pusieron el foco de atención sobre ellos; luego, para corregirlo, desmenuzaron sus mensajes e intentaron rebatirlos desde la óptica racional, con lo que les hicieron de altavoz; después se rieron de ellos, con lo que cabrearon a los que habían comprado sus propuestas y que reaccionaron difundiéndolas con pasión y, por último y demasiado tarde, trataron de ignorarles pero el daño ya estaba hecho.

Porque las imágenes, no hay duda, son espectaculares, un muy calculado tiro de cámara daba un plano plagado de gente que ondea banderas. Me gustaría ver alguna con el plano más abierto porque sospecho que descubriríamos el vacío y porque, casualmente, en el llamamiento que hicieron para toda España, hablaban de llenar Vista Alegre con 10.000 banderas (que estaban ya desde por la mañana) y ese fue exactamente el número de asistentes ¿capacidad adivinatoria o lleno artificial? De hecho, he visto asambleas de Testigos de Jehová con más asistentes y no han abierto telediarios ni copado las portadas.

Lo que debería preocuparnos, sin embargo, es el previsible giro a la derecha (más aún) de un PP y Ciudadanos que pugnan por el mismo perfil de votante y, al paso que van, dejarán a VOX como un partido de centro moderado. Por tanto, no les quitemos el ojo pero no les demos la satisfacción de amplificarles. Aprendamos, por una vez, de lo que han hecho fuera y no cometamos sus mismos errores; nosotros sí estamos a tiempo (y, sí, a mí también me cabrearon, pero…).

jueves, 4 de octubre de 2018

Las pensiones, ese problema universal



Los manoseadores oficiales del lenguaje dicen que el asunto de las pensiones es un problema transversal. Siendo cierto que nos atraviesa, en ocasiones de forma dolorosa, yo afirmaría que es un problema universal: nos afecta a todos. Los que ya son pensionistas, por razones obvias; están padeciendo en su propia economía una pérdida galopante de poder adquisitivo que, lejos de mejorar, tiene un futuro negro con tendencia a oscurecerse. Los que andamos ya en fila para incorporarnos a ese noble colectivo, sabemos que muy mal se tiene que dar la cosa para que no la percibamos pero, eso sí, no tenemos ni idea de cuál será su cuantía pero sospechamos que baja con tendencia a mísera. Ahora bien, quienes están ahora en la treintena, ni siquiera tienen claro si van a poder cobrar pensión tal cual la conocemos hoy y, corregidme, por favor, tampoco muestran demasiado interés en algo que puede suceder dentro de unos eternos treinta y tantos años; estar en esa edad en que lo sabes todo es lo que tiene.

Desde las cúpulas financieras llevan martilleándonos décadas con la conveniencia de suscribir planes privados de pensiones. Mi meditada opinión al respecto, tras valorar concienzudamente todos los datos que he sido capaz de recopilar, es la siguiente: ¡Y una mierda! El día que trascienda la ingente cantidad de dinero que se ha “perdido” por el sumidero de los Planes Privados de Pensiones, el rescate bancario va a quedar, mal comparado, con la paga de los domingos que le das a tu sobrino de ocho años. Estaríamos especulando con unas pérdidas de diez cifras.

Pero ¿cuál es el problema real? Se habla mucho del criterio de revalorización, si es en base al IPC o a otros conceptos estadísticos, puros o combinados. Se habla también, aunque algo menos, del “factor de sostenibilidad” introducido por el PP para justificar un tajo brutal del 20 % como mínimo, en función de la esperanza de vida proyectada para el momento de la jubilación, se habla de muchas cosas pero no se menciona ni con susurros lo más importante: El actual Sistema Público de Pensiones es insostenible. Y ahí, con una calculadora en la mano, no hay debate posible, es un sistema piramidal que funcionó razonablemente bien en momentos de una demografía que permitía una amplia base productiva que, al menos, quintuplicaba a los perceptores de pensiones; además, existían unas cotizaciones suficientes que hoy son impensables con la universalización de los trabajos basura, con la precariedad como principal criterio y un nuevo concepto de esclavitud en el horizonte. 

¿Somos un país aislado del mundo? ¿este problema no se ha dado en ninguna parte? Y si ha sucedido ¿cómo lo han resuelto? Con un modelo mixto que mantiene como principal fuente de financiación las cotizaciones pero que une otras no empleadas hasta ahora en España. En este sentido nos encontramos dos “escuelas de pensamiento”: la que se refuerza con impuestos a las operaciones financieras mediante un pequeño porcentaje, casi imperceptible individualmente, pero que en conjunto suma una cifra más que suficiente para aliviar el déficit actual; y el otro modelo en el que cada cotizante va reforzando su hucha particular, con otra de índole privada participada por la empresa, con importante exenciones fiscales y garantizada por una banca cuyo concepto de la ética es desconocido por estos lares donde prima el latrocinio y el expolio. Existe también una tercera, aplicada en Dinamarca o Suiza, que fija por ley una pensión mínima para toda la población, financiada mediante impuestos, que será complementada en función de las retribuciones percibidas durante la vida laboral que es donde entran en juego las cotizaciones.

Yo, particularmente, prefiero el primer modelo, que se aplica con éxito en Francia donde existen multitud de pensiones de todo tipo, con una cuantía muy superior a las españolas y lo resuelve con suficiencia. Es cierto que ahora están empezando a estudiar alternativas para cuando el modelo flaquee dentro de 20 años, pero los franceses son gente seria y poco dada a nuestra natural improvisación; seguro que dan con la solución en un plazo razonable. La tercera tampoco me desagrada pero tiene el hándicap de necesitar elevados impuestos y, aunque en España estamos 8 puntos por debajo de la media impositiva europea, produce cierta alergia; ahora bien, conociendo la fiabilidad más que discutible de nuestros bancos, de la segunda habría que huir despavoridos antes que nos descubramos en medio de la calle con una mano delante y otra detrás cubriendo torpemente nuestras vergüenzas.

Mientras tanto, podemos seguir agotando las fuerzas en pelear con uñas y dientes dos décimas arriba o abajo que, ojo, me parece que hay que hacerlo, pero no nos distraigamos del auténtico objetivo que debe movernos TODOS: el establecimiento de un nuevo Sistema Público de Pensiones con criterios de sostenibilidad, solidaridad y visión de futuro. Lo demás es pan para hoy y miseria para mañana.

martes, 2 de octubre de 2018

¿Heredar de hijos a padres puede llamarse evolución?



Alto y fuerte como un leñador canadiense; cabello ni corto ni largo, cuidadosamente descuidado; gafas de pasta oscura, recordando a esos solemnes intelectuales de los años 70; barba oscura, brillante, larga y mimada con carísimos cosméticos; una camisa de tenues cuadros rosados sobre fondo blanco abotonada hasta el cuello; tirantes oscuros, negros, diría yo, con punto de partida y llegada en la cinturilla de un pantalón gris, de extraña factura, al que se le acabó la tela dos dedos antes de los tobillos; unos zapatos de cuero marrón claro a juego con la pequeña mochila que cuelga por la espalda, a medio camino entre los hombros y los riñones. Una imagen que, hace 10 años, podría haber supuesto cierto choque estético pero hoy está felizmente asumida, incluso etiquetada, con el anglicismo misterioso de hípster, pero no; dentro de ese conjunto tan estudiado al milímetro, tan indie (otro palabro), que tiende a mirar al resto de los mortales por encima de un hombro sin un microscópico atisbo de caspa, hay un elemento discordante que mueve a la sonrisa socarrona, el codazo cómplice y el comentario desdeñoso: el patinete.

No entiendo lo del patinete. Parándome un rato a pensarlo he llegado incluso a plantear un momento cero, con un usuario cero, que discurre en una noche de libaciones excesivas de cerveza (de una marca poco conocida pero hecha artesanalmente por un amigo y, por tanto, exquisita), como mandan los cánones. Bebida a morro directamente de una botella de 33 cl, de esas que en Madrid llamamos “de tercio” y en Barcelona “media”. A una hora ya poco prudente y liquidada hace rato la última oliva; porque no las llaman aceitunas, las llaman olivas; uno de los intervinientes vio, apoyado distraídamente en la pared del pasillo, el patinete del niño, que dormía tranquilamente en su cama sin cabecero, de colchón hipoalergénico con los pies apuntando a la puerta, como mandan los preceptos feng shui, y decidió hacer la gracieta de deslizarse por el pasillo trazando unas eses involuntarias. El padre, también tocado de lúpulo, le recriminó el gesto aduciendo con torpeza etílica que tenía pensado llevárselo a trabajar el lunes porque era el medio de transporte más ecológico y sostenible; y apareció el elemento más desestabilizador de la historia de la humanidad, el inevitable “no hay huevos”.

El padre recogió el guante y, venciendo un pudor comprensible, salió el lunes de casa patinete en ristre, no sin antes discutir con “su chica”, que es como denominan a su pareja de turno. Fue deslizándose por la calle con la mirada alta, no tanto como gesto de soberbia sino para disimular la vergüenza. Llegó al Metro, plegó el artilugio y siguió su camino con normalidad. A su regreso a casa, a media tarde, observó con sorpresa otros dos o tres hípsters que paseaban por su barrio montados en sendos patinetes, incluso cruzaban ufanos los pasos de peatones a gran velocidad y con arrojo. No fue consciente de la trascendencia de su iniciativa casual hasta que, una semana más tarde, eran legión los patiriders que se dirigían al metro cada mañana e hinchó el pecho y llamó a su amigo para rebozárselo con impostada suficiencia.

Las tardes en el parque habían dejado de ser divertidas, los niños desprovistos de su juguete favorito se reunían en corros gestando una revolución que nunca llegó a cuajar por una simple diferencia de clase: Los de motor eléctrico trataron de imponer su criterio a la mayoría, los del clásico de desplazamiento “a patada” y estos los mandaron a la mierda y se pusieron a jugar a las chapas.


lunes, 1 de octubre de 2018

¿Traidor o feliz?



Me vais a mirar mal. Si no mal, al menos de forma rara; el caso es que me he desengañado de eso de lo que todo el mundo habla con grandes palabras acompañadas de gestos miserables: la Lucha.

Nací de izquierdas y me he ido haciendo rojo con los años. He frecuentado, participado colaborado y militado en partidos (en realidad solo uno) y sindicatos de clase (en realidad solo uno). Tengo la costumbre de implicarme en todas las reivindicaciones y movilizaciones que considero justas y, así en general, en todos los foros, colectivos, conciliábulos, grupos y facciones siempre se hablaba de lo mismo: de la Lucha. Hay que luchar por esto, por lo otro, sin lucha no hay victoria, si no luchamos nos pasarán por encima y un largo catálogo de ejemplos del uso de la lucha como herramienta imprescindible para la consecución de logros que, de otro modo, serían impensables. Pues me he cansado.

Un factor acompaña de forma invariable cada lucha emprendida: un líder o colectivo que lidera, diseña la estrategia, los movimientos, lo que merece la pena y lo que no, qué resultados son aceptables y cuáles intolerables y, siempre, siempre, siempre ha sucedido lo mismo: esa persona o colectivo ha salido beneficiada y los que nos hemos roto los cuernos dando la jeta, hemos quedado, en el mejor de los casos, como estábamos. Suena derrotista, lo sé, pero estoy hasta el gorro.

El mundo se va a la mierda, la ultraderecha está volviendo a sacar la cabeza del lodazal donde dormita cuando la situación no le es favorable y, lejos de preocuparles el brillo amenazante de sus afilados colmillos, las clases más desfavorecidas, las que deberían estar a nuestro lado (o nosotros al suyo, quizá), son quienes les apoyan y encumbran. Los que deberíamos ayudarles estamos muy ocupados en desilusionarles, en discutir si son galgos o son podencos, si hay que levantar más muros en no sé dónde, si los medios nos engañan (¡claro! Eso es lo que determinan sus consejos de administración) y hacernos los ofendiditos con gilipolleces, mientras la caverna va directa a lo suyo, sin distraerse un milímetro de su objetivo.

En consecuencia, he decidido que me la suda todo y voy a ser feliz. Intentaré disfrutar de la vida en la medida de mis posibilidades y pondré distancia de los líderes tóxicos que lanzan sus seudópodos, como una ameba, y fagocitan la energía, ideas y entusiasmo de todos los que están alrededor en su propio beneficio. Viajaré lo que pueda, aunque sea a la ciudad de al lado, e intentaré aprender de su gente; hablaré con todo el mundo que tenga disposición a hacerlo y dejaré en paz a quien lo desee; si puedo, echaré una mano en lo que alcance y a quien alcance y, cuando yo lo necesite, pediré ayuda; por qué no.

¿Crees que soy un derrotista? No opino lo mismo pero no te lo voy a discutir ¿Me llamas traidor a la clase trabajadora? Tus propias palabras gruesas te descalifican pero tampoco entraré al trapo. Solo sé que el mundo que conocemos que va por la alcantarilla y, lamentablemente, unos y otros hemos puesto de nuestra parte para que sea así sin remedio, de modo que te deseo que seas feliz. Yo lo intentaré con todas mis fuerzas.